viernes, 13 de noviembre de 2009

EL LOGOS

Como podemos ver Dios es la palabra revelada por el padre. Hablábamos en clase del poder tan grande que tiene la palabra, ya sea positivo o negativo, y va “cargada según el poder con el que se transmite. La Palabra de Dios es como un baúl, donde el jefe de casa va y saca cosas nuevas y viejas y sigue buscando porque tiene aun demasiadas cosas por descubrir, podemos confrontar con Mt.13, 52. Poníamos el ejemplo del dogma de la Asunción que siempre estuvo en la sagrada escritura y apenas fue promulgado por el papa Pio XII en el 50. En la constitución Munifichentísimus Deus.

La palabra tiene, tres momentos:

1 La palabra que se proclama, que es proclamada: dice el apóstol pablo en Rm.10, 14. Pero ¿Cómo van a invocar a aquel en quien no han creído? ¿Cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar? ¿Y cómo van a predicar si no son enviados? Como dice la escritura: ¡Que hermosos son los pies de los que anuncian el bien! Y nosotros somos anunciadores del bien.

2 Que la palabra que prediquemos tenga un contenido: en última instancia que sea palabra de Dios. Ya lo dice el apóstol Pedro en su primera carta 4, 11. Que si alguno predica, que predique palabra de Dios. Ya que muchos hablan mucho y no dicen nada.

3 Y si es palabra de Dios, tiene que ser útil: dice el apóstol pablo en la 2 carta a Timoteo. Toda palabra es útil para enseñar, corregir y para educar en la justicia. Podemos ver cómo era y sigue siendo de poderosa la palabra que Jesús lograba atraer grandes multitudes que acogían con agrado el mensaje, luego la transmite a los apóstoles, por medio del Espíritu Santo.

Cierta vez un campesino se acerca, a un místico hindú que estaba meditando a la sombra de un árbol y le dijo:

“Quiero ver a Dios, dime como puedo experimentarlo”.

Como es típico en ellos, el místico no dijo una sola palabra y continuó su meditación.

El campesino volvió con la misma petición al día siguiente y al otro y al otro, sin recibir respuesta, hasta que al fin al ver su perseverancia, el místico dijo:

Parece un verdadero buscador de Dios. Esta tarde bajaré al río a tomar un baño. Baja que allí nos encontramos.

Cuando estaban los dos en el río, el místico sujetó al campesino por la cabeza, lo sumergió en el agua y lo mantuvo así durante un largo rato mientras el pobre hombre luchaba desesperado por salir a la superficie. Al cabo de un par de minutos, el místico lo soltó y le dijo:

¿Por qué luchabas de esa manera cuando estabas dentro del agua? Respondió el campesino: Porque quería respirar, de lo contrario habría muerto. El místico sonrió y le dijo:

“El día que desees a Dios, con la misma ansia con la que quería respirar, ese día encontrarás a Dios, sin ninguna duda”.

Muchas veces nos encontramos rodeados de inquietudes, como aquel campesino sin saber por dónde vamos ni sabemos si es la mejor forma de encontrarnos con Dios.

Decía el obispo en el encuentro “cuando tengo una experiencia, es donde empiezo a vivir; y el que no la tiene, solo está lleno de conceptos y nada más”. Puede que nos estemos ahogando sin poder respirar porque nos falta una experiencia más vivencial de lo que estamos haciendo.

Podemos caer fácilmente en la rutina y tendemos a enfriarnos espiritualmente, y de repente cuando nos damos cuenta, es porque necesitamos estar fuera de la superficie. Tenemos que ser persistentes como aquel campesino, y ser como el perro fiel a su señor.

La palabra de Dios no solo es transmitida por la sagrada escritura, también se manifiesta a través de un formador, un amigo, o incluso atreves de un enemigo, por eso debemos aceptar las correcciones y consejos con humildad, porque no sabemos si es el mismo Dios quien se nos manifiesta. Porque nadie sabe las cosas del señor. Y la vida de nosotros es como un río, siempre va hacia adelante.

Cada uno de nosotros tiene sueños e ideales que cumplir, dice Paulo Coelho: solo una cosa vuelve un sueño imposible, el miedo a fracasar. Podemos mirar lo que pasó con aquel hombre que quiso saber cómo experimentar a Dios. No encontró una respuesta exacta, pero si la forma como encontrarlo.

Les confieso muchachos que desde el primer día que entre al seminario me propuse, a ser cada día mejor, y a formarme bien como sacerdote o también como un bue cristiano, porque sé que el camino es largo y pedregoso, porque lo que prima en cada uno, es la felicidad que es la inteligencia del corazón y del mundo que nos rodea; y si queremos encontrar la felicidad, tenemos que amar para que las cosas que hacemos adquieran un mayor sentido, no sea que todo lo que hemos logrado hasta ahora lo echemos por el caño. Como nos Dice Paulo Coelho: “es justamente la posibilidad de realizar un sueño lo que hace la vida cada vez más interesante”.

Estamos en un continuo cambio, tonto físico, espiritual y racional, pero como lo decía Ferney: necesitamos de un cambio- cambiar para que la vida se vuelva más agradable, ya que “nadie siente miedo de lo desconocido, porque cualquier persona es capaz de conquistar todo lo que quiere y necesita” y nosotros lo que necesitamos, como lo decía el padre Juan y Luis Fdo. El domingo “es tener hambre de Dios en nuestro corazón”.

Lo que pasa con el hombre de hoy es que ve el mundo, tal como desearíamos que sucedieran las cosas y no lo acepta o lo aceptamos como verdaderamente es. Por eso la invitación es para que seamos hombre del evangelio, portadores de la palabra de Dios, como lo diría el papa en su encíclica “caritas in veritate” Los hombres, destinatarios del amor de Dios, se convierten en sujetos de caridad, llamados a hacerse ellos mismos instrumentos de la gracia para difundir la caridad de Dios y para tejer redes de caridad.

Para terminar, aquí delante del señor pidámosle que no permita que nos quedemos donde estamos, sino que nos ayude a llegar donde El quiera.

Aquí ante tu presencia viva Jesús Eucaristía, te ruego que pongas entre tu corazón y de tu santísima madre, el nuestro, para que se alimente continuamente de vuestro amor, afectos y deseos de su misma vida. Así sea